Creo que, excepto los que sufren de la obsesión de que no sufren obsesiones, nadie negará que todos sufrimos de alguna obsesión. El que habla, por ejemplo, está obsesionado con elaborar un podcast de divulgación científica cada semana, e incluso, aunque resulte más raro, puede que haya alguien que sufra de la terrible obsesión de bajárselo y escucharlo.
Visita la página fuente, tiene excelente podcasts como este http://cienciaes.com/quilociencia/2010/06/17/inmunidad-frente-a-la-obsesion/
Pero estas obsesiones no son importantes comparadas con otras que se sumergen en el oscuro mundo de la patología mental. Me refiero aquí, por ejemplo, a personas que sienten la necesidad de lavarse constantemente las manos, no sea que un solo microbio pueda encontrarse sobre su superficie. De tanto lavarlas, acaban por arrancarse la piel. También hay casos en los que una persona abre y cierra la puerta tres, cuatro, o cinco veces, antes de entrar o salir de una habitación. Otro trastorno compulsivo relativamente común es el que conduce a los individuos que lo sufren a tirarse de los pelos de manera irresistible y arrancárselos, aunque por las noticias que últimamente podemos leer de manera cotidiana en los periódicos, en estos tiempos ésta pueda resultar la conducta más racional que imaginarse pueda.
Este último trastorno, con el bonito nombre de tricotilomanía, posee una base genética, al menos en animales. Como es bien conocido por todos aquellos cuya obsesión son los documentales sobre la vida salvaje, muchos animales dedican parte de su tiempo al cuidado de la piel y del pelo. Esta conducta innata sigue unas determinadas reglas de sintaxis; es decir, se realiza en un orden determinado. El acicalado comienza invariablemente por la cabeza, continúa por el resto del cuerpo y termina en la región urogenital. Como vemos, comienza por la parte menos importante, para acabar en la más fundamental.
Genes de la limpieza corporal
La base genética de este comportamiento quedó de manifiesto en ratones de laboratorio que habían sido genéticamente modificados para eliminarles el gen llamado Hoxb8. Estos ratones siguen el orden correcto de cuidados de piel y pelo, pero dedican un tiempo obsesivo y excesivo a esta tarea, lo que acaba por dañar la piel y conduce a la pérdida del pelo que, precisamente, tanto desean cuidar.
Que los ratones carentes de este gen mostraran este anormal comportamiento resultó una considerable sorpresa. La razón es que el gen Hoxb8 pertenece a la importante familia de los genes homeóticos, que determinan la arquitectura del cuerpo, y participan en el correcto desarrollo y posición de sus diferentes partes, de la cabeza a la cola. Por esta razón, se esperaba que los ratones deficientes en este gen mostraran anormalidades físicas durante el desarrollo, pero no que fueran casi normales, desde el punto de vista de la forma del cuerpo, y resultaran anormales desde el punto de vista del comportamiento.
Por este motivo, los investigadores se obsesionaron por descubrir cuál era la razón del anormal comportamiento de este gen, y de los ratones. Comenzaron por estudiar en qué células y órganos se expresaba el gen Hoxb8, es decir, en cuáles se encontraba en funcionamiento. De nuevo, los investigadores esperaban que, puesto que este gen afectaba al comportamiento, se expresaría en ciertas neuronas y en determinadas regiones del cerebro. Sin embargo, otra considerable sorpresa supuso el descubrimiento de que, aunque en efecto, el gen se encontraba funcionando en el cerebro, no lo hacía en las neuronas, sino en otras células, llamadas microglía.
Las células de la microglía se dedican a patrullar el cerebro en busca de restos de células muertas o de microorganismos patógenos para eliminarlos. Son una especie de fuerza de limpieza y seguridad cerebral. Pues bien, los investigadores descubrieron que los cerebros de los ratones sin el gen Hoxb8 poseían la mitad de células de microglía que los ratones normales. ¿Podría ser posible que la causa de su anormal comportamiento fuera ésa?
Trasplante de comportamiento
Para averiguarlo, los investigadores utilizaron diversas estrategias. En primer lugar, puesto que sabían que las células de microglía se generan, no en el cerebro, sino a partir de las células madre de la médula ósea, células de las que derivan todas las células de la sangre y también las del sistema inmunitario, los investigadores estudiaron si el trasplante de médula ósea desde un ratón normal a uno deficiente en Hoxb8 podría afectar al comportamiento de limpieza y acicalado. El trasplante de médula ósea es utilizado también en pacientes de leucemias o de inmunodeficiencias como herramienta inmunoterapéutica. Pues bien, en efecto, el trasplante de médula ósea normal a ratones deficientes en Hoxb8 eliminó su anormal comportamiento de acicalado.
Para estar completamente seguros de que era la deficiencia del gen Hoxb8 en la microglía la responsable del comportamiento anormal, los investigadores generaron ratones genéticamente modificados que carecían del gen Hoxb8 únicamente en determinados órganos individuales. Solo los ratones a los que se les había eliminado este gen en las células de la médula ósea, pero no en otros órganos, mostraron el comportamiento anormal.
Los resultados de estos experimentos, publicados recientemente en la prestigiosa revista Cell, muestran por primera vez que el comportamiento no solo depende del funcionamiento de las neuronas, sino que puede estar afectado por otras células. Demuestran, además, que nuestro sistema nervioso puede estar afectado por el correcto funcionamiento del sistema inmune. Por último, y muy importante, abren la puerta a una nueva forma de terapia para los desordenes obsesivos compulsivos, basada en el trasplante de médula ósea y no en el tratamiento paliativo con diferentes neurofármacos, los cuales no resultan siempre efectivos.
Quizá la ciencia sea una obsesión para muchos, pero qué útil nos resulta a todos.
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