Cristina Avendaño, presidenta de la Sociedad Española de Farmacología Clínica (SEFC), ha participado en las III Jornadas Científicas de la Sociedad y ha llamado a seguir evaluando la utilidad de la farmacogenética para la optimización terapéutica.
Ha recordado, en este sentido, que la aplicación de estas técnicas tiene como objetivo “conseguir una medicina individualizada, es decir, administrar el fármaco más eficaz para cada paciente concreto, con el menor riesgo de efectos adversos y desde el primer momento”, no obstante, ha matizado que “su utilidad clínica depende de que el resultado sirva realmente para modificar la selección del fármaco o su pauta y que ello redunde en una mejora de la eficacia y seguridad del tratamiento en el paciente concreto”.
Para ello, ha proseguido, “hace falta integrar el resultado farmacogenético con todos los factores farmacológicos y clínicos que intervienen en la individualización de un tratamiento”.
Avendaño ha reconocido, no obstante, que la farmacogenética “se está incorporando lentamente en la práctica clínica y ya se utiliza para ajustar la dosis o predecir la respuesta a algunos fármacos”, aunque, en su opinión, “es necesario seguir evaluando su aportación para mejorar los resultados de salud alcanzados y la eficiencia de su implementación”.
Biomarcadores farmacogenéticos en la práctica clínica
En el marco de las jornadas, se ha celebrado también una mesa dedicada a valorar la experiencia en el uso de biomarcadores farmacogenéticos en la práctica clínica. Sobre esta cuestión ha versado la intervención de Alberto Borobia, quien ha hablado de la experiencia en el uso de biomarcadores farmacogenéticos en la práctica clínica en el Hospital La Paz. “En el año 2013 creamos la Unidad de Farmacogenética Clínica, integrada por el Instituto de Genética Médica y Molecular (INGEMM) y el Servicio de Farmacología Clínica. En el proceso de implementación se ha evolucionado desde una estrategia de genotipado caso por caso a una estrategia anticipada en la que, en determinadas poblaciones de riesgo, la información genética se obtiene de forma anticipada y, por lo tanto, está disponible en el momento de la prescripción”, ha explicado.
Asimismo, ha detallado que, una vez realizado el estudio genético, la información clínica y la molecular se deben integrar individualmente para cada paciente para desarrollar “una verdadera recomendación clínica personalizada” basada en la información genética, teniendo en cuenta también el historial médico, otros factores clínicos, tratamientos concomitantes y las preferencias del paciente.
Junto a esta intervención, desde la SEFC han destacado la de Ángel Carracedo, de la Fundación Pública Gallega de Medicina Genómica, perteneciente al Sergas, quien ha detallado la situación actual del Plan Nacional de Medicina Personalizada y por su parte, y la de Adrián Llerena, del Instituto de Investigación Biosanitaria de Extremadura, quien se ha referido al proyecto Medea.
En la última mesa de la jornada, se ha resaltado la importancia de la conexión estrecha de la investigación y la asistencia clínica, así como la necesidad de seguir generando conocimiento integrado en la asistencia. En este sentido, José A. García-Agúndez, de la Universidad de Extremadura, ha explicado la importancia de los consorcios globales ya existentes, que “consiguen aunar esfuerzos, unificar criterios y centralizar ingentes cantidades de información farmacogenética procedente de todo el mundo”.