En la edad antigua
ENFERMEDAD DIVINA O SAGRADA (Morbus Divinus o Morbo Sacro): Los antiguos griegos pensaban que sólo un dios podía arrojar a las personas al suelo, privarlas de sus sentidos, producirles convulsiones y llevarlas nuevamente a la vida, aparentemente muy poco afectadas. La creencia de que fuesen dioses quienes provocasen los ataques conllevó que la epilepsia fuese considerada un fenómeno sobrenatural, lo que le otorgó esa denominación. Ya Lucio Apuleyo, también conocido com Apuleyo de Medaura (África), utiliza este término para referirse a la epilepsia. Así mismo, Tito Macio Plauto (254-184 a.C.) y Marco Tulio Cicerón (106-43 a.C.), entre otros, se refieren a la epilepsia como: “Enfermedad anímica, vicio, pasión, movimiento o estado desarreglado del alma.” (“Divinus, ad um”: propio de, o perteneciente a los dioses).
MORBUS MAIOR: La enfermedad sagrada (morbus divinus o morbo sacro) no era tal para Hipócrates, que prefirió denominarla Gran Enfermedad.
MORBUS COMICIALIS: Esta denominación resulta curiosa. Si realizándose un comicio en la Antigua Roma, alguno de los presentes era sorprendido por un ataque epiléptico, el acto se suspendía pues era necesario la inaplazable purificación que impidiese el contagio. Algunos autores han manifestado que la suspensión del comicio se llevaba acabo porque la crisis era interpretada como un mal presagio.
MORBUS PUERI: Enfermedad del Niño. Esta denominación se debe a la aparición y prevalencia de la epilepsia en este grupo de población. También por la creencia en su carácter hereditario y contagioso. Ya Hipócrates en su libro “Aforismos” afirma que los niños son propensos a las convulsiones.
ENFERMEDAD DE LA LUNA, MAL LUNAR O LUNÁTICO: Quinto Sereno atribuía el mal a un dios que actuaba a través de la Luna. El enfermo endemoniado era tabú, intocable, pues el que lo intentara podía ser poseído por el maligno y contraer la enfermedad. Las personas creían que las dolencias estaban controladas por los cuerpos celestes, en el caso de la epilepsia por la luna, lo que llevó a pensar que era probable que las crisis ocurrieran en luna llena, de aquí el nombre de “Enfermedad de la Luna”.
SAN MATEO utiliza el término “lunático” para referirse a un epiléptico “sanado” por Jesús. El término “Lunar” en latín, además de su significado más conocido (peca, mancha), presenta algunas variantes. Entre ellas: “naevus” (mancha, afrenta, deshonra), “macûla” (deshonra, infamia). Teniendo en cuenta el contexto social de la época también se podría denominar “Mal de la Deshonra” o “Mal de la Infamia”, ya que resultaba deshonroso estar afectado directa o indirectamente por la enfermedad debido a la creencias que se tenían sobre ella (carácter hereditario, enfermedad contagiosa, demoniaca, etc.).
Existen distintas hipótesis que explicaban la influencia de la LUNA en la epilepsia, entre ellas que se debía a una venganza de Selene, deidad de la luna. Se propusieron peculiares teorías: la luna llena calentaba la atmósfera que rodea la tierra y conseguía derretir el cerebro provocando un ataque. También se sugirió que la temperatura del cerebro y de la luna eran igual de frías y por ello desencadenaban cefalea y epilepsia.
MAL HERCÚLEO O DE HÉRCULES (Morbus Herculeus): Esta denominación se debe al semidios griego Hércules, hijo de Júpiter y Alcmena. Entre los enemigos de Hércules se encontraba Juno quien, encontrándose Hércules y su hermano Ificio en la cuna, envió dos serpientes para que los estrangulasen. No consiguiendo Juno lo que deseaba, persiguiéndole siempre vengativa:
“Logró hacerle caer en un ataque de locura, durante el cual mató a flechazos y a golpes de maza a los hijos que había tenido con Megara y a esta misma. Asustado de su crimen, al recobrar la razón, Hércules se condenó al destierro y fue a ver a Tespio, quien le purificó.”
También encontramos referencias a otro ataque de locura de Hércules cuando se pone una túnica empapada en sangre y veneno que le ofrece Deyarina, quien cree que la túnica posee la virtud de avivar el cariño conyugal y devolver a sus esposas los maridos inconstantes.
Hoy en día es dudoso el nombre de Mal de Hércules, aunque también lo utilizaba PONCE DE SANTA CRUZ.
En la edad media
Durante siglos se creyó que los demonios o espíritus poseían a los enfermos de epilepsia, y que esta posesión se manifestaba a través de unos ataques impresionantes que causaban miedo y asco.
En el largo período que transcurre desde la muerte de Galeno hasta la invasión de Alejandría por los árabes (año 642), la medicina se bifurca en dos tendencias, correspondientes a la división del Imperio Romano por Teodosio el Grande:
LA PARTE ORIENTAL o bizantina permitió la conservación del galenismo, y Constantinopla se convirtió, tras Alejandría, en el nuevo centro cultural hasta la invasión de los turcos en 1453.
LA PARTE OCCIDENTAL corresponde a la propagación de la religión cristiana por el Mediterráneo, acentuada por la declaración del cristianismo como la religión del Imperio por Constantino y por la posterior invasión de los bárbaros.
Desgraciadamente, los Padres de la Iglesia suplantarán a los médicos en la teorización sobre la epilepsia, y se volverá de nuevo a las viejas creencias demoníacas, perdiendo toda su influencia las teorías naturalistas de los médicos griegos.
Los relatos de SAN MARC
OS (IX, 14-29), SAN MATEO (XVII, 14-20) y SAN LUCAS (IX, 37-43) que narran como Jesús eliminó los espíritus diabólicos de un hombre que había tenido ataques desde la infancia se consideraron pilares fundamentales en la explicación de este mal.
Los epilépticos pasarán a llamarse “Caducus” y “Demoniacus”.
ORÍGENES (250 d. de C.) ya había denunciado la medicina como herejía que enfrenta la doctrina de Cristo al culto a Asclepios. La fuente de conocimiento debía basarse en la Biblia. Orígenes reclamaba con firmeza un origen demoniaco en el lunático oponiéndose a las explicaciones naturalistas de los médicos afirmando “(…) creemos que son lunáticos, como pensaba el evangelista, y los afectados de ello son poseídos por un espíritu sucio, sordo y mudo”. Sus teorías fueron trascendentales en la Edad Media.
SAN ISIDORO de Sevilla populariza en el Siglo VII el término “Lunaticus” para acuñarlo como vocablo culto que de
finía a los posesos: “Hos etiam vulgu
s lunaticus vocant, quod per lunae cursus cunitetur eos insidia demonum”. “Etimologías, libro XX”.
LA LUNA como referencia mágica alcanza durante toda la Edad Media una difusión extraordinaria. Para el latino Julius Firmicius Maternus “cuando la luna tieneuna posición perniciosa (…) hace a la gente lunática y predispuesta a caídas y convulsiones”.
Para Pablo de Alejandría, en cambio, el planeta Marte es el implicado en los “ataques de caída”.
SAN GREGORIO DE TOURS (“Liber vitae patrum, VIII”) en siglo VI, cuenta la historia de un enfermo que tras acudir a la tumba de San Niceto volvió curado, sin que nunca más tuviese crisis. Se decía que “es buena devoción para curar este mal ser devoto de los tres Reyes Magos, Gaspar, Baltasar y Melchor.”
JHON DE ARDENE aconsejaba: “Contra la epilepsia escribe estos tres nombres -Gaspar, Melchor y Baltasar- con sangre tomada del dedo anular del paciente, y coloca oro, incienso y mirra en
su caja. Deja que el paciente rece diariamente tres padrenuestro
s y tres avemarías por las almas de los padres y las madres de estos tres reyes, y que beba durante tres meses zumo de peonía”.
Como observamos, según pasa la historia, se fue confirmando que la epilepsia era una enfermedad contagiosa y maldita. Como a los leprosos y los infectados por la peste, se impedía que estos enfermos mantuvieran una relación social. Las familias se sentían deshonradas cuando alguno de sus miembros se veía afectado por la epilepsia e intentaban mantener oculta la enfermedad. Se organizaban romerías para co
nseguir la protección de los santos frente a este mal o para dar gracias por alguna curación milagrosa de la enfermedad. Para ello, se preferían los lugares con reliquias del patrón de los enfermos epilépticos como, por ejemplo, San Valentín.
ENFERMEDAD DE SAN VALENTÍN: En la Edad Media la expansión del
cristianismo prodigó reliquias y devociones milagreras para curar la enfermedad. Se hicieron populares las peregrinaciones a lugares sagrados, como el priorato de San Valentín en Alsacia, donde a finales del siglo XV se construyó el primer hospital para epilépticos. En Roma se levantó el monasterio a Santa Bibiana, patrona de los epilépticos junto con San Valentín y San Vito.
ENFERMEDAD DE SAN LUPO (Morbus St. Lupi): Este santo castigó con la epilepsia a un obispo que manifestó el pecado de la envidia en su sepultura, de la que se recuperó tras el arrepentimiento.
ALFERECÍA: En 1611, Pérez Cascales publica en latín el libro de 300 páginas, “Liber de affectionibus”, que se precia de ser el primer gran tratado español de pediatría, y dedica un amplio capítulo a la epilepsia infantil (Alferecía). Este término era utilizado como sinónimo de epilepsia, ya en algunos textos encontramos la comparación entre ambas. Actualmente se define como: “Enfermedad caracterizada por convulsiones y pérdida de conocimiento, más frecuente en la infancia e identificada a veces con la epilepsia.”
GRAN MAL (Grand Mal): Esta denominación aparece en la Francia Medieval, traducida de la denominación que Hipócrates había dado a la enfermedad (morbus maior).
MAL DE SAN JUAN (Le mal de Saint-Jean): Posiblemente relacionado con la cabeza de San Juan Bautista.
GOTA CORAL: En el Diccionario de la Lengua Castellana en el año 1732 se hace referencia al término “EPILEPSIA: Enfermedad que vulgarmente se llama Gotacoral, por ser como una gota que cae sobre el corazón. Es voz griega y muy usada de los Médicos”.
OTRAS DENOMINACIONES para referirse a la epilepsia han sido: Gutta; Gota Caduca; Falling Gout; Falling Evil; Enfermedad Negra; Mal de Corazón.
Para terminar, recordaremos que el enfermo epiléptico era sistemáticamente escupido para evitar el contagio. Esta concepción mágica contribuyó a la idea del epiléptico como ser miserable. Su vida estaba marcada por un estigma social, del mismo modo que sucedió con la lepra. De nuevo la epilepsia será la enfermedad diabólica por excelencia y el epiléptico, un paciente maldito acosado por la incomprensión, el desprecio y, con frecuencia, la ira de sus congéneres.
El médico salernitano PLATEARIUS reconoce los tres tipos galénicos de epilepsia y admite dos variantes clínicas, el tipo “mayor” y el tipo “menor” (antecedentes de lo que serían el “Gran Mal” y “Pequeño Mal”).
STA. HILDEGARDA DE BINGEN (1098-1179) establece la existencia de dos tipos de epilepsia: una de origen natural y otra de origen sobrenatural o demoniaca que fue mantenida por muchos autores medievales.
También era común relacionar la epilepsia con la apoplejía.
El valenciano ARNAU DE VILANOVA (1250-1311) ordena la epilepsia en dos tipos: la “verdadera”, causada por la flema, y la no “verdadera”, causada por la bilis negra mezclada con flema. Aunque intente dar una explicación natural y racional a la enfermedad, no descartará la influencia de la luna y demás estrellas.
El Tratado sobre la Enfermedad Sagrada vuelve a cobrar actualidad tras el resumen de Rhazes en Continens y es desarrollado en Avicena.
El andaluz ABULQASIM propuso cinco causas “eficientes” de epilepsia todas ellas debidas desproporciones de los elementos naturales, excepto la quinta que “puede ser originada por demonios”.
El cordobés AVERROES, comentador de Aristóteles, actualiza las hipótesis naturalistas de su maestro sobre la acción patogénica de los vapores (“un humo frío”) como causa de la epilepsia. Con esta hipótesis se entrará en la Edad Moderna.
También DANTE (1265-1321) se refiere a las “caídas malignas” en su descripción del infierno (“Divina Comedia” cap.XXIV).
En la edad moderna
En el Renacimiento se acentúan y radicalizan las actitudes medievales.
INOCENCIO VIII (1484) lanza severas campañas contra las “brujas”, haciéndolas responsables de muertes, de afligir terribles sufrimientos y enfermedades dolorosas. Una de esas enfermedades era la epilepsia, provocada “por medio de huevos cocidos con cadáveres, en especial cadáveres de brujas”.
Muchos epilépticos fueron acusados de endemoniados y quemados en las hogueras de la Inquisición.
FRANCISCUS VALESIUS afirma que el demonio provoca la epilepsia entre otras enfermedades.
CESALPINO (1516-1603) dedicará un tratado al poder demoníaco (“Daemonium investigatio peripatetica”). Reconoce que muchas enfermedades se deben a causas “naturales”, como los vapores del útero o la bilis negra que se detiene en el cerebro, pero hay otros casos asignados a la influencia maligna, llamados lunáticos.
En 1602, el médico de Arlés JEAN TAXIL sostendrá que no está documentado ningún demoníaco que no sea epiléptico. La epilepsia continuará siendo un estigma satánico.
LOS ALIENISTAS FRANCESES UTILIZAN YA LOS TÉRMINOS GRAND MAL Y PETIT MAL. Aunque el grand mal parece que corresponde al antiguo “morbus maior”, no está claro para el historiador TEMKIN que el petit mal corresponda al “morbus minor”.
CALMEIL introduce el término ausencia, como variante de epilepsia pequeña, así como el de “état de mal” (status epilepticus) paralos ataques que se repiten de forma ininterrumpida. La ausencia adquiere consistencia en su división de los distintos tipos de crisis (grand mal, petit mal y ausencias).
En el año 1847 resultaba indecoroso para la Iglesia permitir ejecutar funciones eclesiásticas a los que padecían epilepsia, vulgarmente denominada Alferecía o Mal de Corazón. Según el papa Jelasio las señales de la epilepsia son: el caer en tierra violentamente con convulsiones y pérdida de conocimiento, dar gritos confusos y arrojar espuma por la boca.
PRITCHARD dedica un capítulo a la “convulsión local o epilepsia parcial” (1822) y amplia la idea de aura.
ROMBERG (1795-1897) enumera un aura psíquica, sensorial, sensitiva y motora.
REYNOLS (1828-1896) conserva el nombre galénico de epilepsia idiopática, es decir, que nace en el mismo cerebro pero transforma el contenido, refiriéndose a partir de entonces a aquella epilepsia de causa desconocida (igualmente utilizado en la actualidad) en contraposición con la epilepsia sintomática, cuya enfermedad básica ya se reconoce (las antiguas epilepsias: plethorica, poliposa, humoralis, scorbutica, syphilitica y uterina, entre otras).
El siglo XIX se caracteriza por el intento de paliar la enfermedad con centenares de procedimientos, la mayoría empíricos, y la constancia crítica de la inutilidad de la mayoría de ellos. Los entusiasmos iniciales con elementos, como el cinc o la plata, se atenúan cuando se descubren los mortales efectos secundarios en algunos casos (argirismo).
Se utilizan las sangrías, los catárticos, los baños, la cauterización, las escarificaciones, las amputaciones (en el lugar del aura), las divisiones de nervios y multitud de fármacos. Se recomienda la trepanación.
SELADE (médico belga) exponía desnudos a los enfermos al frío más extremo durante 1 hora al día para que sanasen (el tratamiento se realizaba durante el invierno).
En 1958 encontramos publicaciones donde la epilepsia es definida como: “Enfermedad que se caracteriza por convulsiones y desórdenes mentales (…). Otras veces aparecen los llamados “equivalentes del ataque” y que se traducen, generalmente, por desórdenes mentales. Éstos adoptan unas veces los llamados estados crepusculares epilépticos que consisten en confusión mental, desorientación y actos impulsivos como: el incendio, el robo, el homicidio y el exhibicionismo genital.
El delirio epiléptico corresponde a una excitación maníaca intensa con alucinaciones sensoriales y actos que revelan el más espantoso furor, matándose o mutilándose el propio enfermo y destrozando cuanto se encuentra a su alcance”.
De especial interés han sido aquellas crisis parciales de contenido afectivo positivo denominadas crisis extáticas o de Dostoievski en honor a la extraordinaria descripción que el escritor hizo de éstas y que sufrió o “gozó” como aura de una crisis generalizada.
A partir de entonces se han indagado crisis similares en ilustres personajes históricos, como Pablo de Tarso, Juana de Arco y en nuestro país, Teresa de Jesús. La publicación de este caso provocó rechazo de las autoridades civiles y religiosas de Ávila, y una influyente organización político-religiosa impidió la divulgación de la edición.
Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, también padecía episodios extáticos similares.
Actualmente está confirmado que muchos personajes ilustres padecieron epilepia, mencionando a título anecdótico a Alejandro Magno, Julio César, Pedro I de Rusia, Napoleon y Lord Byron.
Sucesivas Comisiones de Terminología de la Liga Internacional contra la Epilepsia propusieron las clasificaciones de las crisis epilépticas admitidas en la actualidad -la última en 1989-, todavía insatisfactoria e incompleta, por lo que está siendo revisada para su modificación en los próximos años.
Article title: | EPILEPSIA: MITO O REALIDAD. Breve historia de la epilepsia | Ápice |
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